Amasar siempre ha tenido un efecto relajante en mí. Tiene
algo de meditativo el hecho de repetir constantemente un movimiento.
La focaccia es una masa italiana salada que se hace al horno, en general
condimentada con aceite de oliva.
Existen unas cuantas variantes con diferentes ingredientes y
formas de cocinarse, desde la focaccia pugliese a la genovese.
Durante mi viaje a Sicilia compré el libro “Pane & pizza, i consigli del
pizzaiolo Stefano Callegari”. Es un
libro pequeño y bonito con información y explicaciones bien claras de cómo
cocinar todo tipo de masas italianas.
Me he atrevido con la focaccia genovese:
750 g de harina
500 g de agua fría
12 g de levadura fresca de panadero
15 g de sal
30 g de aceite de oliva
Mezclar 500 g de harina con el agua y 2 g de la levadura y
guardarlo cubierto con un trapo en el frigorífico por al menos 10 horas.
Añadir los 250 g de harina que quedan a esta mezcla, 10 g de
levadura, la sal y el aceite. Amasar y dejar fermentar una hora. Seguidamente
separar en porciones de unos 400 g cada una, dar forma plana, untar con aceite
y dejar fermentar durante una hora. Mientras, para conseguir los típicos
‘buchi’ (agujeritos) de la focaccia, hay que ir hundiendo los dedos en la parte
superior.
Antes de meter cada porción en el horno, condimentar con una
mezcla de aceite, agua y sal. Hornear a 220º durante unos 15-20 minutos.
Bon profit!